Libros

En cierto modo, en la vida pasan cosas

Megan BoyleSi la literatura bloggera hizo furor a mediados de la primera década de los años 2000, el libro de Megan Boyle confirma que solamente pasado el auge de una forma artística, ésta puede renovar la fuerza de su estética para iluminar aquello que antes no podía decir. 

Desde el límite de lo autobiográfico, la obra de Boyle presenta una hiperconciencia típica del mundo post-internet que logra articular bellamente una serie de tópicos contemporáneos:

El cuestionamiento de la propia vida como proyecto artístico: “¿soy realmente interesante o solo quiero construir una visión ‘interesante’ de mí misma para no sentir que debería morirme?”

La vivencia de la sexualidad como algo accesorio e innecesario: “quiero reemplazar mi vagina por algo más práctico”.

Y un egocentrismo desmedido, consecuencia de crecer en un mundo que carece ya de la posibilidad de una experiencia: “todavía no estoy segura de lo que ‘viviendo la vida al máximo’ sería para mí, la mayor parte del tiempo trato de caer bien en situaciones sociales y de no morirme”.

Como toda hiperconciencia que indaga corrosivamente sobre el propio yo, la de Boyle se cansa y es entonces cuando asoma la fragilidad del aparato con que elabora su juicio: una intimidad que no sabe del mundo y que se ampara en la obsesiva reconstrucción de lo vivido cotidianamente para cumplir con el mandato de vivir una vida significativa.

El libro de Boyle celebra también el nacimiento de Dakota Editora, impecable editorial argentina dedicada a la traducción y publicación de jóvenes autores de América. Dos excelentes razones, entonces, para acceder a un gran libro.

Reseña publicada en La Nube Canning – Número 2

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Libros

“En la pausa” de Diego Meret

“Debo admitir, por otro lado, que mi recorrido por la vida ha sido hasta ahora el clásico recorrido de un cobarde. No paro de tener miedo. No paro de pensar lo que haré. No paro de pensar que nunca hice lo que pensé que haría.”

Diego Meret, En la pausa, Buenos Aires, Mansalva, 2008.

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Libros, Poesía

“Whatever It Is, Wherever You Are” de John Ashbery

Whatever It Is, Wherever You Are (fragmento)

If only we could go out in back, as when we were kids, and smoke and fool around and just stay out of the way, for a little while. But that’s just it- don’t you see? We are “out in back”. No one has ever used the front door. We have always lived in this place without a name, without shame, a place for grownups to talk and laugh, having a good time. When we were children it seemed that adulthood would be like climbing a tree, that there would be a view from there, breathtaking because slightly more elusive. But now we can see only down, first down through the branches and further down the surprisingly steep grass patch that slopes away from the base of the tree. It certainly is a different view, but not the one we expected.

John Ashbery, Like a project of which no one tells (Como un proyecto del que nadie habla), Buenos Aires, Mansalva, 2009.

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En traducción de Roberto Echavarren:

Sea lo que sea, estés donde estés

Si tan sólo pudiéramos salir por la puerta de atrás, como cuando éramos niños, y fumar y distraernos y quedar al margen de todo unos minutos. Pero de eso se trata- ¿no te das cuenta? Estamos “afuera por atrás”. Nadie jamás usó la puerta principal. Hemos vivido siempre en este espacio sin nombre, sin vergüenza, un lugar para que los adultos conversen y se rían, pasen un rato agradable. Cuando éramos niños pensábamos que crecer sería como trepar un árbol, que veríamos algo desde allí que nos dejaría sin aliento, porque resultaba aún enigmático. Pero ahora sólo podemos ver hacia abajo, primero abajo por las ramas hasta el talud extraordinariamente empinado que desciende y se aleja de la base del árbol. Sin duda se trata de una perspectiva diferente, pero no la que esperábamos.

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Libros

After Dark de Haruki Murakami

Narrar no es mostrar. Mostrar es tarea del cine. O por lo menos eso quieren creer los cineastas. (¿Qué es un cineasta? ¿un director, un productor, un guionista? ¿por qué la soberbia en la inespecificidad del término?). Y Murakami pretende mostrar en su novela After Dark. Pero muestra a la vez que muestra que muestra. No nos confundamos, esto no es metaliteratura, es mala literatura. En vez de describir los elementos que elige destacar en la habitación de la hermana de la protagonista principal, deteniéndose en cada uno de ellos por medio del lenguaje y la descripción (en la literatura, escribir cama muestra una cama); Murakami parece haber detectado quién es su lector promedio y escribe no sólo para él sino que incluso lo ayuda: en vez de “simplemente” (la simpleza es genialidad) describir y permitir que el lector tome conciencia de que la manera de ver del narrador no puede ser otra que la de una cámara de filmar, la de un encuadre narrativo propio del cine (dispositivo narrativo sin el cual es imposible pensar la literatura del siglo XX en adelante), Murakami decide explicar exageradamente:

“Ahora nuestros ojos se convierten en una cámara aérea que flota por el aire y que puede desplazarse libremente por la estancia. En estos instantes, la cámara se sitúa justo sobre la cama, enfoca el rostro dormido de Eri. Nuestro ángulo de visión va cambiando a intervalos rítmicos, como parpadeos.”

La obra es glosa de su propia obra. Repitamos: no es metaliteratura sino mala literatura. ¿Será que después de éxitos tanto comerciales como literarios tales como Crónica del pájaro que da cuerda al mundo, Murakami se volvió tan pop (como suelen denominarlo) que incluye sus propias CliffsNotes a sus propias obras? ¿su único intertexto, el libro posterior que vendría a explicar el que se encuentra escribiendo?

El pasaje que citamos es lo anti-poético, lo anti-literario. Tibio y miedoso en su proyecto de procedimiento narrativo, explicita lo que hace. Muertos quedan, pues, el proyecto y su efecto. El lector ahora sólo puede inteligir, imposibilitado y arrebatado de su insaciable sed de leer (verbos tan diametralmente opuestos).

Quizás es eso lo que lo vuelve a Murakami tan contemporáneo. Pero en un mal sentido. Su exultante contemporaneidad tiene menos que ver con una estética que capte y manifieste la sensibilidad de una época y más con un triste modo de proceder del actual y último fascículo de la industria cultural. A saber: el Murakami de After Dark se asemeja más a la pobreza del contenido que podemos encontrar en YouTube que a la grandeza del género audiovisual que logra nacer con la Web 2.0.

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